¿Por qué siempre pensamos que la juventud argentina está perdida? ¿Por qué los mayores nunca depositan su confianza plena y ciega en el accionar de los más chicos? Nosotros podemos afirmar que los jóvenes transitan un camino en el que, a su manera, toman un compromiso ciudadano vinculado con nuestras raíces.
¿Qué mejor reflejo para ver cómo viven los niños y jóvenes que los festejos de un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, momento en el que fue forjado nuestro interés en desvincularnos del título de “colonia”? Para eso tomaremos cómo caso de análisis una peña folklórica organizada por jóvenes de entre 10 y 17 años.
El evento musical se llevó a cabo en el colegio Mallinckrodt de Martinez, desde las 11 hs. hasta aproximadamente las 16. En el mismo, se quería no sólo recalcar las raíces nacionales, sino que también realzar el ámbito familiar. Es por eso que muchas familias, no sólo afectadas al colegio, sino que también algunos vecinos que se sumaron a la propuesta, decidieron pasar un 25 de mayo de una forma diferente.
Ya desde el comienzo de la peña sonó el folklore interpretado por jóvenes. Los adultos miraban entre sorprendidos y atentos el espectáculo que ellos daban tratando de quitar el prejuicio de sus cabezas de que este tipo de música sólo puede despertar el interés de los mayores. Una buena “zapada” de chicos de 15 años le empieza a poner clima a un día ya de por sí muy soleado. Hasta inclusive la monja del lugar “no pierde el hábito” de estar acorde a la situación.
Mientras tanto, los más pequeños juegan en el lugar, tratando de disfrutar desde su mirada inocente. No sólo quedan perplejos por los juegos sino que también quedan atrapados por lo “extravagancia” de ciertas cosas, como por ejemplo ver cocinar un lechón en el guinche. El asado y el asador se tornaron en los protagonistas principales a la hora del almuerzo.
La música siguió sonando durante toda la tarde. Más grupos de jóvenes demostraron que el folklore no es sólo “cosa de grandes” y que el ritmo se sigue llevando en la sangre. Las tortas fritas y el mate le dieron el gusto dulce a una tarde que a la caída del sol se estaba tornando fría y húmeda.
Pero, era el momento de los bailes y otra vez volvió el espíritu al cuerpo. No sólo mostraban sus habilidades los adolescentes, sino que también una madre se animó a “zambear” junto a su hijo y de esta forma unir dos generaciones bajo un mismo motivo: la buena música.
La diversión tanto de grandes como de chicos era plena y denotaba alegría al compás de cada nota.
El tiempo pasó casi inadvertido. El rostro de cada persona irradiaba un color, que más allá del sol, denotaba calidez. Ciento noventa y siete años después de aquel 25 de mayo de 1810, los jóvenes gritan que las raíces y lo nacional siguen siendo un tema de su interés y lo ponen de manifiesto en éste tipo de hechos. Quizás debamos quitar nuestros prejuicios y entenderlos un poco más para poder afirmar que “hay futuro”. Así hay una luz de esperanza para todos aquellos que pensaban que la juventud argentina estaba perdida en el mundo pop.
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