Los habitantes de las casas son simples vecinos que durante los fines de semana, se convierten en espectadores de la inmensa cantidad de extranjeros que transitan por allí.
Además del tango, La Boca tiene su historia basada en la instalación de los inmigrantes, especialmente italianos de Génova, quienes a poco de llegar comenzaron a trabajar en el puerto y a alojarse en los famosos “conventillos”, construidos con madera, cartones, y chapas de vivos colores.
Desde casa amarilla hasta el puerto, hubo por mucho tiempo un desvío del ferrocarril Gral. Roca, que en 1954 dejó de funcionar. Ese recorrido fue más tarde bautizado por un grupo de vecinos (encabezados por el pintor Quinquela Martín) con el nombre de “caminito”, en honor al tango compuesto por Juan de Dios Filiberto, e inmortalizado por Carlos Gardel.
Una turista llamada Ana, oriunda de Holanda, dijo que vino con su familia “para conocer el Museo de Arte Contemporáneo, y algunas historias interesantes que tiene el lugar y además, en La Boca, los chicos se entretienen con el estadio de fútbol que tiene el barrio”.
George, de San Pablo, nos dijo que le “es imposible decir que es lo que más atrae de Buenos Aires, sus colores, su cultura y su comida lo asombran un poco todos los días”.
La Boca tiene un “no se qué”, tiene ese espíritu tanguero, muy nacional que nos remonta a las “viejas épocas” de galeras, pinturas y gambetas. Hay que ir para entender el sentimiento de ser argentino, por al menos un día.
De Andrés Brunetti y Natalia Bat
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