lunes, 16 de julio de 2007

El mundo del arte sano

Mencionar “Cabildo y Juramento” es hacer referencia a una de las esquinas más conocidas del barrio de Belgrano. Sin embargo a tan sólo una cuadra de ese mundo plagado de negocios, edificios y ruidos de colectivos, se abstrae un universo en el que prima el espacio verde. Las calles Juramento, Cuba, Vuelta de Obligado y Echeverría conforman un cuadrado mágico en el que se erige una feria de artesanos que le da un toque de color al barrio porteño.
En un entorno donde reina la madera, la alpaca, la plata (les podemos afirmar que no el dinero), la cerámica, la tela, la lana y un sinfín de elementos, la feria aparece como un tentador programa para aprovechar un fin de semana soleado en familia.


Son las tres de la tarde del sábado y la feria comienza a tomar forma. Algunos puesteros ya desde temprano se asentaron en su lugar y se prestaron a tomar el primer mate de una serie de interminables termos que le deparan en toda la extensa jornada. Algunos otros aprovechan para poder almorzar algo rápido, mientras el caudal de gente es relativamente bajo. Otros todavía no han mostrado señales de vida, pero seguramente estarán presentes cuando la mayor cantidad de personas se concentre. El olor a pochoclo y los pirulines ya se hacen presentes para alegría de los niños y tentación de los grandes.


A medida que pasan los minutos, los puestos comienzan a ser más concurridos. Madres e hijos, grupos de amigos y algunas almas solitarias se congregan en cada uno de ellos vislumbrando la creatividad de cada artista. Los más chicos se sorprenden por la extravagancia de algunas cosas, lo más grandes se deleitan por la calidad y la singularidad de los productos. Mates, aros, collares, adornos, imanes, muñecos, ceniceros, pulseras, carteras, catalejos, pinturas, son unos de los tantos protagonistas de la tarde. Inclusive algunos turistas destinaron parte de su valioso tiempo en recorrer las cuatro calles: Miriam es brasilera y está de visita en la Argentina. A pesar de no tener un buen manejo del portugués pudimos comprender que le “habían comentado de la existencia de la feria y que aprovechaba para llevar ciertos regalos a algunos familiares”.

Noelia es una joven artesana que se desempeña en este ámbito desde hace tan sólo cinco años y nos confiesa, mientras termina de armar su stand, que “no todos los puesteros son dueños, nosotros somos invitados y pasamos deambulando de feria en feria todos los fines de semana”.


Jorge desde ya hace veinte años se dedica al “negocio” de las artesanías: “ya forma parte de mi vida y es un placer hacerlo”. Él vive en Miramar, pero por el momento está de intercambio en esta feria que “en invierno ‘cierra’ aproximadamente a las ocho de la noche por el incesante frío, pero que a partir de la primavera se quedan hasta que el último cliente se vaya”.



Mientras Jorge nos comentaba esto, Matías –también artesano- escuchaba atentamente y, entre exaltado y enfurecido, nos sugirió que agregáramos en la nota “que hace ya algunos meses que la plaza está en reparación. Según funcionarios del Gobierno Porteño las obras ya debieran haber terminado pero aún continúan y la plaza está cerrada, lo cual al tener que ponernos sobre la vereda, no encontramos un refugio para aminorar el frío”.



No obstante, el calor humano reina en este universo particular. Las charlas interminables entre puesteros vecinos, los mates compartidos y el diálogo con los clientes conforman un contexto acogedor que le da una mística cálida y especial al barrio. La feria de la calle Juramento es una parada obligatoria para aquellas personas que además de pasar un buen rato buscan productos de buena calidad. Todos los fines de semana, miles de personas circulan por estas cuadras que conforman un mundo distinto y hermoso en un lugar en el que la lógica comercial está bien presente. En este mundo rebelde del “arte-sano” la herramienta principal son las manos y todo lo que de ellas sea creado guarda una lógica muy particular: que cada producto es único e irrepetible como esta feria.


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