En un entorno donde reina la madera, la alpaca, la plata (les podemos afirmar que no el dinero), la cerámica, la tela, la lana y un sinfín de elementos, la feria aparece como un tentador programa para aprovechar un fin de semana soleado en familia.
A medida que pasan los minutos, los puestos comienzan a ser más concurridos. Madres e hijos, grupos de amigos y algunas almas solitarias se congregan en cada uno de ellos vislumbrando la creatividad de cada artista. Los más chicos se sorprenden por la extravagancia de algunas cosas, lo más grandes se deleitan por la calidad y la singularidad de los productos. Mates, aros, collares, adornos, imanes, muñecos, ceniceros, pulseras, carteras, catalejos, pinturas, son unos de los tantos protagonistas de la tarde. Inclusive algunos turistas destinaron parte de su valioso tiempo en recorrer las cuatro calles: Miriam es brasilera y está de visita en la Argentina. A pesar de no tener un buen manejo del portugués pudimos comprender que le “habían comentado de la existencia de la feria y que aprovechaba para llevar ciertos regalos a algunos familiares”.
Noelia es una joven artesana que se desempeña en este ámbito desde hace tan sólo cinco años y nos confiesa, mientras termina de armar su stand, que “no todos los puesteros son dueños, nosotros somos invitados y pasamos deambulando de feria en feria todos los fines de semana”.
Jorge desde ya hace veinte años se dedica al “negocio” de las artesanías: “ya forma parte de mi vida y es un placer hacerlo”. Él vive en Miramar, pero por el momento está de intercambio en esta feria que “en invierno ‘cierra’ aproximadamente a las ocho de la noche por el incesante frío, pero que a partir de la primavera se quedan hasta que el último cliente se vaya”.
Mientras Jorge nos comentaba esto, Matías –también artesano- escuchaba atentamente y, entre exaltado y enfurecido, nos sugirió que agregáramos en la nota “que hace ya algunos meses que la plaza está en reparación. Según funcionarios del Gobierno Porteño las obras ya debieran haber terminado pero aún continúan y la plaza está cerrada, lo cual al tener que ponernos sobre la vereda, no encontramos un refugio para aminorar el frío”.
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